lunes, 6 de diciembre de 2010

ORGULLO

Hace tres días que Emilia y Ciro no se hablan. Discutieron por algo de poca importancia y poco a poco se fueron levantando la voz, hasta que terminaron hiriéndose. Ambos consideran que el otro tuvo la culpa. Ambos creen que el otro es el que debe disculparse, para hacer las paces. Ninguno de los dos, cree que tiene que “ceder”…
Cuántas veces ocurre este tipo de cosas en la pareja, verdad? Y la pregunta es: cuánto hay de orgullo herido, a la hora de recomponer las cosas?
La pareja tiene varios enemigos que siempre están al acecho para atacarla, apenas bajamos la guardia. Pero el orgullo, debe ser, casi con seguridad, el oponente más formidable contra el que tengamos que luchar. El orgullo nos inmobiliza. Nos impide actuar. Con la excusa de que es el “otro” el que debe dar el primer paso, permitimos que la relación se resienta, sin “poder” hacer nada para evitarlo.
En una buena pareja, habría que saber detectar a tiempo a este enemigo y ponerlo en su justo lugar. No deberíamos permitirle una participación limitante en la relación.
Es importante detectar cuándo el orgullo nos está impidiendo reencausar el vínculo afectivo, lesionado por alguna discusión o altercado. Lo ideal, es que ambos integrantes de la pareja puedan alternarse para “arriar” la bandera del orgullo y de esta manera, tomar la iniciativa de reestablecer las buenas relaciones, o tomar las primeras medidas para lograr la tan necesaria reconciliación.
En el otro extremo de este enemigo, se encuentra la humildad. Qué buena cualidad para cultivar en nuestra personalidad, no? Y qué mejor que la pareja, como ámbito ideal para forjar esta actitud que, por otra parte, tanta falta le hace a nuestra sociedad toda!

1 comentario:

Midala dijo...

Paciencia...mucha paciencia hay que tener para poder sacar adelante un matrimonio jajajjajajaj.Es cierto,a veces,se discute y por una chorrada ya se monta..y el orgullo nos impide ver.Muy bonito.